jueves, 9 de julio de 2009

LA INMIGRACIÓN

Ceuta, 09/07/2006
Publicado en El Faro de Ceuta

Los españoles de segunda generación después de la guerra civil, hemos llegado a un estado de bienestar conseguido tras un largo batallar en el campo laboral (y otros campos), con humillaciones, penas, sinsabores y ¿cómo no? alegrías.

Este largo camino recorrido, y que ha consumido gran parte de nuestra vida, deja un país pujante que cuenta en el mundo dejando atrás años de oscurantismo y penalidades que la tercera y la cuarta generación no conocen. Hemos creado, con nuestro esfuerzo, un país rico y con un bienestar que ya lo quisiera para sí otros muchos países.



Por ello estamos pagando, ahora, un precio que lo está retornando poco a poco a épocas remotas y ya olvidadas a causa del desbarajuste generacional y la inmigración descontrolada que nos está invadiendo a la chita callando.

No entendemos la permisividad a que se ha llegado en materia de inmigración y las consecuencias que conlleva la misma con su problemática como música de fondo de toda una cacofonía escandalosa.

Las noticias de los medios de comunicación referidas a incidencias, sucesos, manifestaciones, exigencias, etc. de buena parte de los inmigrantes no me dejan más remedio que poner el grito en el cielo y reclamar una mayor atención generalizada sobre éste problema que amenaza con ser el primer signo de preocupación de todos los españoles, si no lo es ya.

No digo que vayamos a medir con el mismo rasero a todos los inmigrantes, pero hay una parte muy importante de éstos que sí merecen especial atención y con ello erradicar el enorme dilema que traen consigo. Las oleadas de cayucos, pateras y algún que otro barco que entran por el sur; los autocares, coches, furgonetas y trenes repletos de europeos del este que lo hacen por el norte; los sudamericanos pseudos-turistas que aterrizan en el centro; ciudadanos asiáticos que aparecen por las calles de la ciudad sin que nadie se de cuenta de cómo han venido… están convirtiendo el país en una inmensa Torre de Babel aderezada con trazas de Sodoma y Gomorra. Sin que esto signifique menosprecio a otras consideraciones.

Ciudadanos musulmanes, que no todos, traen consigo el bagaje de su cultura religiosa y con ello sus normas, atípicas para occidente, de convivencia social entre las que se incluyen el total desprecio por el sexo opuesto con violencia incluida (léase las innumerables noticias de los medios de comunicación al efecto, de las que destaca lo último ocurrido a unas alumnas de un colegio de una población catalana), su nulo respeto a las normas y leyes del país que los acoge (para ellos solo vale su Corán) con exigencias de derechos, que ha veces ni los propios españoles consiguen, raya ya en la línea roja imaginariamente marcada como salto de alarmas.

Ciudadanos del este de Europa, que no todos, que se asientan impunemente en cualquier rincón que les apetecen y cometen toda clase de fechorías, dignas de los años 20, con asaltos a viviendas, secuestros, atracos a bancos y a personas llevando la desgracia a muchas familias. Esta clase de ciudadanos es particularmente peligrosa porque vienen, la mayoría, de un sistema político especialmente cruel y duro en el que las vidas humanas tienen menos valor que un pepino marchito. Los más peligrosos son los que han tenido formación militar en el ex ejército soviético y conllevan sus tácticas de guerra para desvalijarnos sistemáticamente y llenarnos de prostíbulos que son a la vez sedes de espías que les informan de las posibilidades de atracar a tal o cual cliente pudiente, además de desparramar a sus supuestos indigentes con niños por las calles céntricas de las ciudades.

Ciudadanos sudamericanos, que no todos, que traen consigo la amargura de las drogas y de las bandas juveniles y no tan juveniles estableciéndose en el país con empresas financieras usureras y prostíbulos encubiertos que llenan nuestro país de dinero falso y tarjetas de crédito más falsas aún, sin contar el cuento de nunca acabar del blanqueo de dinero proveniente de sus manejos ilegales.

Ciudadanos asiáticos chinos y coreanos, que no todos, que se apropian de todos los comercios que encuentran a su paso invadiéndonos de restaurantes y tiendas de chucherías, en la mayor parte inservibles, y otros artículos a precios módicos que arruinan a los comerciantes y empresas locales sin que sepamos a ciencia cierta de dónde sacan el dinero para conseguirlo si no es a través de las tristemente famosas tríadas, con la seria amenaza que esto supone para sus vidas en caso de no cumplir sus obligaciones ilegales. Exigencias ilegales como son las de estar obligados a comprar siempre entre ellos, a convivir hacinados en pisos cuya renta invierten en su mundo y trabajar horas y horas fuera de todo contexto laboral explícito sin que coticen a la Seguridad Social ni paguen los impuestos correspondientes.

Ciudadanos asiáticos hindúes, iraníes, iraquíes, pakistaníes, que no todos, que entran sigilosamente en nuestro país y que sigilosamente montan restaurantes y tiendas de comestibles sin las más mínimas medidas de sanidad y que, de hecho, invaden el litoral mediterráneo con mayor influencia de turistas acaparando los restaurantes y bares, tiendas de “souvenirs” y demás comercios dando una configuración de país exótico ajena a nuestra folklórica fama de vinos y toros. De momento ésta clase de ciudadanos no molesta, en general.

Como tampoco molestan los africanos llamados subsaharianos que copan nuestros campos y se contentan con estar aquí, pero que siguen llegando en “tsunamis” de cayucos y pateras que ya están convirtiendo su periplo en una invasión de color café en busca de una oportunidad, que muchos de ellos no la encuentran, para que sus descendientes sean del color café con leche como menos, aprovechando que aunque no son metrosexuales tengan un metro sexual.

¿Por qué no se utiliza al ejército en el control de fronteras de manera efectiva? El espacio comunitario europeo puede impedir la entrada de inmigrantes ilegales de manera expeditiva y a la vez tener controladas las fronteras exteriores del mismo con efecto real y positivo. El trabajo de nuestras Fuerzas de Seguridad del Estado es arduo pero no suficiente. Muchos efectivos están destinados a lugares que no necesitan tanta protección y pese a todo, aunque se sumen a una campaña contra la inmigración ilegal, tampoco serían suficientes.

Existen caminos efectivos que pueden encauzar la inmigración ilegal de manera que puedan ser devueltos a sus respectivos países sin tanto papeleo ni enrollamientos humanitarios. Nosotros no podemos ni debemos ser hermanitas de la caridad y tenemos que escoger una decisión definitiva para resolver este acuciante problema empezando por la identificación de todos y cada uno de los inmigrantes que pisen nuestro suelo. A los españoles nos tienen controlados, el Estado, mediante los DNI (más aún con el nuevo que trae incluido un chip) y, sobre todo, Hacienda. El Estado sabe de nosotros más que nosotros mismos…, ¿porqué no lo aplican a los inmigrantes ilegales? Creo que sería la única manera de tenerlos controlados y saber en todo momento sus movimientos dentro de nuestro país hasta el momento en que sean expulsados. Con entregarles una identificación (tarjeta de transeúnte) en la que conste su residencia habitual ya tendríamos un respiro…, eso de soltarlos sin más por imperativo legal y que anden a trancas y barrancas por nuestro territorio no hará más que avivar el sentido de la supervivencia a toda costa y sin poder atajar el tremendo y creciente “tsunami” de delitos, graves muchos de ellos, que se nos viene encima.

Los españoles agradeceremos de veras que el Estado tome medidas urgentes sobre éste enorme problema y que baje, si no es mucho pedir que desaparezca, de la cabecera del ranking de preocupaciones que nos afectan.