jueves, 11 de enero de 2007

COMPRAS EN DOMINGO

Mataró, 01/01/2007
Publicado en: El Faro de Ceuta, Diario Sur, Qué!

Por primera vez a lo largo de mis cuarenta y tres años residiendo en Cataluña he ido, con mi familia, a efectuar compras ¡en domingo! a un gran hipermercado cercano a mi domicilio. Mal que me pese, por una parte mereció acudir y por otra me maldije haber acudido.
La circulación de vehículos hacia el aparcamiento del inmenso centro comercial se asemeja muchísimo a esas escalofriantes llegadas de turistas musulmanes al aparcamiento provisional del puerto de Algeciras en época de vacaciones. Miles de coches de todas las poblaciones cercanas al centro, son muchísimas, forman largas hileras desde bastantes kilómetros atrás hasta la entrada del aparcamiento. Tuve que aguardar cerca de una hora para poder entrar y localizar una plaza libre. ¡Menos mal que solo fue una hora! Pese a que desde mi casa sólo hay cinco minutos.
El enorme centro comercial bullía de tanta gente que resultaba difícil conseguir un carrito y más aún llevarlo entre el personal. La cosa fue empeorando hasta límites insospechados, al menos para mí, cuando conseguimos entrar en el hipermercado... parecía un auténtico hormiguero con los característicos movimientos de vaivén de los habitantes del mismo cargados de paquetes, latas, ropas, comida... en fin: de todo.
Si por mí fuera, habría dado media vuelta y regresado a la seguridad de mi casa. Pero mi mujer se empeñó en adquirir algunos artículos necesarios por lo que accedí a quedarme. La cosa empeoró cuando mi pequeño hijo se empeño en acudir al Mc Donald, pseudo-restaurante al que tengo un odio visceral, tan amante de la buena comida como soy. Pero la juventud actual, en éste caso infancia, se impone. Y cuando se impone mi hijo siempre claudico. Esa es mi debilidad.
Es un espectáculo observar las formas que tiene la gente a la hora de comprar artículos a los que tiene acceso sin restricciones. Unas señoras manosean una y otra vez todos los bollos de pan en busca del que mejor convenga a sus gustos personales. No reparan que esos manoseos descargan millones de bichitos llamados microbios. No reparan, ¿o sí?, en que hace poco que se han sonado su húmeda nariz y tocan ese o aquel alimento, expuesto desnudo, con la consiguiente propagación de minúsculas partículas de moco tendido y prensado portadores potenciales de gripes u otras enfermedades... no sigo porque de seguir ya me dirán ustedes como iría la cosa.
El sector de los tejidos se ha convertido en un auténtico "bing bang": ropas de todas clases amontonadas en contenedores que poseen cartelitos indicativos de precios sumamente rebajados y que a la hora de pasar por caja no lo son tanto. Las excusas de las cajeras son siempre las mismas: alguien a puesto un artículo donde no debía. Lo veo con mis propios ojos; algunas ciudadanas cuando cogen una ropa expuesta en su correspondiente stand y después de probársela en los probadores, habilitados el efecto, la dejan donde le vienen en gana cuando no les interesa.
Veo algunos pilluelos, supuestos inmigrantes por las trazas, que tragan apresuradamente botes y botellines de cola-cao, zumo, etc. dejando los envases vacíos en los mismos estantes. Algún que otro rapazuelo abre tabletas enteras de chocolate y se las zampa como si estuviera merendado en la mesa de la cocina de su casa. Descubro alguna que otra gitana (acostumbran a ir en grupo numeroso) colocándose un suéter y cubriéndolo luego con su propio abrigo. Ignoro cómo ha hecho para quitar ese testigo de alarma en forma de media bola de billar con una punta con el que acostumbran a prender las ropas en los grandes almacenes.
Por fin, tras tres horas de merodear por todos los rincones del hipermercado, mi mujer me señala que ha acabado. Nos dirigimos a las cajas y descubro que acaban de colocar unas nuevas: son cajas "self service" en las que los propios clientes pueden pasar sus artículos adquiridos, pagarlos con tarjeta y embolsarlos directamente. Sería una magnífica idea para ahorrar el sueldo de las cajeras y para facilitar la rapidez de las compras, pero... son una auténtica estupidez. Lo aclaro: he pasado todos y cada uno de los artículos comprados por el lector de precios; la pantalla me ha indicado el importe total y me pide introducir la Visa por la ranura, además me exigen anotar el número del DNI. Han efectuado el cobro bancario del importe de la compra y me han entregado el correspondiente ticket junto con la factura. ¿Ya está?, pues no. Hay de acercarse a un mostrador donde dos guapas azafatas nos obligan a vaciar las bolsas y comprobar uno por uno todos los artículos adquiridos con los señalados en la factura; volver a meterlos en las bolsas y firmar un ticket que ha aparecido como por ensalmo en la palma de la mano de una de las azafatas. ¡La leche! La próxima vez pasaré por las cajas clásicas donde la propia cajera me apunta el artículo, me lo embolsa y me lo cobra sin más. La desconfianza hacen inútiles las cajas "self service". Al menos podía haber una azafata vigilando la perfecta sincronización de los artículos y su pago. Es una pérdida de tiempo y una ganancia de adrenalina hacernos meter y sacar los artículos, tasarlos, comprobarlos y para rematar la faena hacernos firmar un papelito que a fin de cuentas no sirve para nada si ya hemos inscrito nuestro DNI. Menos mal que mi señora había adquirido sólo... ¡ochenta articulitos de nada!

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