domingo, 4 de junio de 2006

TEOLOGÍA DEMAGOGA

Mataró, 04/06/2006
Publicado en "El Faro de Ceuta", "Diario Sur", "Qué!"

El cardenal de Madrid Rouco Varela viene desarrollando una campaña, peligrosamente política por más señas, de pretensiones integristas sobre la unidad de España desde que fue investido “doctor honoris causa” en la Universidad Católica CEU con su inquisitivo (de Inquisición) discurso de presentación además de un libro que describe su propia tesis sobre la nación y la iglesia católica.



En una democracia representativa como es la nuestra, a los obispos no les incumbe efectivamente pontificar sobre la unidad del país (ni a ningún otro mandamás de religión alguna aunque en los países musulmanes pase lo que pase), aunque sí pueden hacer reflexiones pastorales sobre la situación política como un español más pero nunca imponer un criterio avalado, según dice, por la Iglesia católica y en nombre de Dios. Que se sepa, Dios pasa de la política humana y jamás se inmiscuyó si no es a través de las mentiras del hombre.

Desde que los llamados Reyes Católicos planificaron la unidad de España, ésta no se hizo por motivos políticos sino que fue impuesta por la prepotente jefatura de la cristiandad de aquellos tiempos para imponer su superioridad sobre las otras religiones imperantes por la península, musulmana y judía, hasta hacer confundir español y cristiano en uno sólo. Este momento congruente de nuestra historia dio pie al pábulo de que se podía imputar impunemente al disidente político los sambenitos de infiel, hereje o ateo con lo que se aprovechó determinado régimen para propagar sus ideologías contra contubernios comunistas-judeo-masónicos. España se convirtió en el pueblo elegido por la Iglesia, pueblo de Dios, en el que no había lugar para los moros ni para los judíos. Premonición hitleriana de aquellos tiempos.

Con ello quiero opinar que el cardenal de Madrid sería el último representante de ésta política religiosa que consiste en apretar las tuercas de un cinturón metálico (en alusión al cilicio) en torno a una sandía hasta que reviente por imposibilidad de aguantar tamaña presión, pero por suerte –tal vez recibieron un mensaje de Dios- en la última reunión de los obispos, se llame como se llame este tipo de reuniones, se tomó la decisión de no interferir en política directamente con la mención de la unidad de España. Con esto han evitado ponerse en evidencia con la tesis del cardenal integrista de que Dios es el fundamento del Derecho y del Estado, con lo que revela que existe un problema de fondo y que es el lugar de la Iglesia en la democracia actual, desde luego que la Iglesia no puede defender hoy en día una postura asentada en tiempos de la Inquisición.

España es, en estos tiempos, una sociedad plural, no una unidad católica y eso demuestra que el sector integrista de los religiosos católicos recelan y no desean el asentamiento real de una democracia representativa y pretenden imponer una pseudo-democracia cristiana totalitaria cuando estamos, aún, muy lejos de ser una democracia directa siempre y cuando no queremos ser, de ningún modo, una democracia popular. Los que no entienda este lío de democracias pueden aclararse las ideas consultando cualquier diccionario pasable cuando no el de la Real Academia Española.

Yo, personalmente, presumo de ser demócrata porque creo en ello y si el pueblo, llevado por su buena fe, vota una u otra clase de democracia sencillamente he de acatar lo que la mayoría del pueblo ha querido, sea el que sea el porcentaje de participación, y son votos válidos los depositados en las urnas de acuerdo con las reglas existentes al efecto. Lo demás es pura demagogia de auténticos perdedores que no aceptan los cambios a los que se refieren con sus votos los ciudadanos españoles porque, mientras no se demuestre legal y democráticamente lo contrario: andaluces, aragoneses, asturianos, baleares, canarios, cántabros, castellanos de ambas Castillas, catalanes, ceutíes, extremeños, gallegos, melillenses, murcianos, navarros, riojanos, valencianos y vascos son españoles (no incluyo a los madrileños porque ya se consideran más españoles que nadie) hasta la médula y sus respectivos Estatutos son eso: reglas de autogobierno en su propio territorio que para nada rompen a Hacienda ni con ello la unidad del país. Eso es lo que importa y las diatribas y premoniciones de determinados componentes del clero católico, reforzadas por gente de extrema derecha, no son más que vulgares vaticinios catastrofistas que hasta la fecha no han demostrado ninguna razón tangible y sí un desmesurado afán de intentar demostrar que son o quieren ser los propietarios del inmenso solar limitado por los mares Cantábrico, Atlántico y Mediterráneo a más de dos países, uno europeo que será el próximo enemigo de esta unidad en el campeonato mundial de Alemania y otro africano con pretensiones de rememorar tiempos pasados con el objetivo de alcanzar la sala del trono de los nazaríes, allá por la Alhambra de Granada, para asentar después a su invisible Alá en la mezquita de Córdoba.

Contra estos sí hay que luchar y para ello pido al clero que se vuelquen en Alemania con sus cánticos y oraciones para que la selección alcance los cuartos de final y después vayan a Marruecos para predicar el cristianismo católico entre sus habitantes, a ver si los convierten, ya que nosotros estamos más que saturados de sus panfletos diarios en forma de hojas pastorales y no veo porqué tener que seguir convenciendo a quienes ya está suficientemente convencidos de la existencia de un Dios, católico por más señas, si no es para seguir viviendo a costa de esa creencia aquí donde abunda el dinero. Muy a gusto daría el porcentaje del 0,5%, que “me quita Hacienda”, a la Iglesia si comprobara que verdaderamente utilizan mi dinero para evangelizar a los infieles y no para gastarlo en demandas de objetos pertenecientes a la Iglesia ubicada en una región y depositados en otra ni para bajar el número de cristianos confesos, cada vez son más, que se alejan del templo de Dios por razones solamente imputables al propio clero.

Ya se que al decir estas palabras me ganaré un castigo celestial, cuya palabra la pronuncian muy bien los miembros del clero, pero quedo tranquilo porque se muy bien que Dios no me lanzará un rayo, en parte porque aquí hace muy buen tiempo y en parte porque nunca he considerado a Dios en condiciones de emular a Marte. Guerrero nunca lo ha sido, ni lo es ni lo será este Dios mío. Tampoco tiene pretensiones políticas.

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