viernes, 7 de julio de 2006

EL ARTÍCULO 620

Ceuta, 07/07/06
Publicado en El Faro de Ceuta



La reciente sentencia condenatoria emitida por el Juzgado de Primera Intancia e Instrucción nº 5 de Ceuta contra un ex asesor del Gobierno local, perteneciente al área de prensa, es ejemplar y significa sentar una clara referencia, una más, sobre jurisprudencia.

Los foros de las páginas web son ventanas abiertas a todo el mundo que deseen participar n debates o intercambios de conocimientos con una efectividad pasmosa y una libertad de expresión extraordinaria. Por esto mismo, la participación en los foros debe ser consentida por los responsables de las páginas cuando no se cometa ninguna clase de falta tipificada como delito.

Yo mismo participé en el foro a través del cual se han concatenado unos hechos que han terminado en el Juzgado. En ese foro participé en los tres grupos que disponía, en los cuales escribía mi opinión o respondía a preguntas sobre Ceuta sin faltar directa ni indirectamente a ninguna persona. En cambio recibí toda clase de insultos y ofensas personales de gente que participaban como invitados y otras de registrados. Gracias a la condición de invitados ocultaban sus nombres sin siquiera apelar a los pseudónimos. Con la simple firma de Invitado ya tenían libre el camino de mancillar y ofender gratuitamente a quienes quisieran. Desistí de continuar participando en ese foro de la página ceutí porque de seguir así habría llevado al propio creador de la misma, no ya al juzgado de Instrucción sino a una de las salas de la Audiencia Nacional por cuanto me quedaba con las copias de todas las participaciones y tenían la emisión con carácter nacional que no local y ante la imposibilidad de identificar a los autores de tamañas ofensas. No lo hice porque pertenezco a esa rara especie humana que tiene como máxima el sentido de que no ofende quien quiere si no quien puede.

Con esto quiero expresar mi opinión de que tiene que existir unas Leyes o Normas que regulen estos foros sin menospreciar el derecho a la libertad de expresión pero que no se convierta en libertinaje ofensivo; sobre todo cuando abusan de esto personas que provienen de cierto sector de la población que se creen intocables y que hacen del insulto y de la ofensa su bandera, cuando no tienen palabras o hechos que derroten al objeto de sus ofensas en cualquier tipo de debate, sea político o ciudadano. Esta clase de gente, que disparan primero y preguntan después, no tienen cabida en un Estado de Derecho cuyo fundamento es la libertad democrática constitucional con una libertad de expresión inigualable, ni siquiera comparable, con la de otros Estados que se dicen demócratas desde antiguo y que por ello mismo, esa libertad de expresión debe ser sinónimo de caballerosidad, buenas maneras y contundencia con la verdad por delante.

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