miércoles, 13 de diciembre de 2006

HOY ME HE DESPERTADO...

Mataró, 13 de diciembre de 2006
Publicado en:
El Faro de Ceuta
Diario Sur
Qué!



Hoy me he despertado bastante antes de la hora acostumbrada. No se que es lo que me ha despertado, aunque sospecho que tendrá algo que ver con el sueño que he tenido y que giraba alrededor de un rostro difuso, que se reía a mandíbula batiente rodeado de niños y niñas que giraban alrededor de la sombra que descendía desde ese rostro hasta más allá del suelo y que cubría una enorme pila de libros, que iban siendo apilados por unos revoltosos enanos.
Mientras me afeito me viene a la memoria, como olas empujadas hacia la orilla, escenas del momento onírico que transcurrió por las autopistas de mi inconsciencia. Algunas escenas del sueño giran en torno a una gran perola colocada encima de una fogata y en la que se cuecen miles de ramas, de un árbol que no identifico, mientras una horripilante anciana de amplia falda y sombrero picudo va removiendo lentamente con una larga pala, aupada en una pila de cajas de madera, del tipo de las que transportan frutas, y por cuyos huecos asoman trozos de hojas de blanco papel que van siendo sacados de la perola por otras ancianas más pequeñas mediante unas pinzas de madera y colocados en otras tantas cajas diseminadas por el oscuro cuarto caldeado.



Mi inconsciente se dirige a una bifurcación de las muchas en que se dividen las autopistas de las neuronas y mi vista tropieza, poco más allá de la inmensa hoguera, con un anciano viejísimo de larga cabellera nívea y poseedor de una fantástica y larga barba que le cubre parte de la brillante túnica de un gris azulado arropada por una amplia capa del mismo color aunque más oscura. Está sentado frente a una enorme pila de papel que llega hasta el cielo raso del enorme caserón con aspecto de loft. Con precisos movimientos de ambos brazos, como si espantara a un batallón de moscas, va haciendo girar las blancas hojas de papel de manera un tanto extraña por cuanto son las que están debajo de la enorme pila las primeras en salir, de una en una, y van llenándose de extraños caracteres uniéndose a las que anteriormente había salido y que flotaban en el aire de manera permanente e inmóvil. Van juntándose las hojas mientras salen, hasta dar la forma de un espléndido libro que en determinado momento sale disparado hacia la oscuridad de una de las alas del enorme caserón. Pierdo la cuenta del número de libros que van saliendo de esa altísima pila que nunca se acaba, mientras el viejo sigue imperturbable con sus movimientos de brazos y ahora con una perenne sonrisa en su barbudo rostro, momento en que la escena onírica comienza a disolverse en el confín de una autopista desconocida de mi inconsciente y en cuyo final vislumbro un rostro afeitado que resulta ser el mío reflejado en el espejo del lavabo.
Mientras me estoy tomando el café mi mente divaga sobre el significado de ese sueño. No logro más que volver a meterme en mi inconsciencia y reavivar el sueño interrumpido. Me encuentro ante la enorme puerta de acceso a una gigantesca y lúgubre mansión. Está abierta de par en par y miles de enanos forman una cadena con sus cortos brazos por la que van pasando libros y libros que son dirigidos al interior de unos vagones de tren parados frente a la mansión y que no había descubierto antes. Esos vagones oscuros y siniestros parecen preparados ex profeso para la carga que tragan. Estanterías idénticas a las de las bibliotecas de todo el mundo están alineadas frente a las abiertas puertas correderas de los mencionados vagones y que van desplazándose hacía el interior a medida de que van siendo llenadas por los libros colocados por el último enano de la fila, con una rapidez inaudita. Libros idénticos unos a otros cuyo título de portada no consigo vislumbrar dada la velocidad con que pasan ante mis ojos. A cada minuto van desplazándose los vagones llenos para dar paso a otros vacíos que se llenan con la misma diligencia que los precedentes, parados siempre en un punto exacto frente a la abierta puerta de la gran mansión.
Me sobresalta el pitido de la locomotora, que tiene la virtud de borrar la fantástica visión de mi mente y corro para apagar el despertador, que sigue sonando y que es el verdadero culpable de mi despertar onírico.
Estoy en el coche, camino de mi trabajo y enfilo la autopista de la costa. Mientras voy conduciendo, a sabiendas de que es contraproducente, las escenas oníricas vuelve a mi mente, como reavivadas interiormente por una fuerza desconocida. Me encuentro ahora en medio de la puerta principal de una enorme estación de ferrocarril de una indeterminada ciudad y que da a una amplia plaza urbana. La plaza se encuentra rodeada de siniestros edificios que dan la impresión de que están en ruinas y en cuyos bajos se abren, en todos y cada uno de ellos, sendas tiendas con las abiertas puertas por donde expulsan luminiscencias amarillas como exclamación de las velas que las alumbran. Me siento empujado por alguien y descubro que son los mismos enanos que habían cargado el tren. Ahora están distribuyendo toneladas de libros por todas partes y los dejan en las puertas de las tiendas que no son otra cosa que librerías, ¡librerías alrededor de toda la plaza!. Unos brazos cubiertos por negras mangas van arrastrando las pilas de libros hacia el interior de las mismas, mientras nuevas pilas se van formando en el quicio de las puertas. Un viejo aparece de repente delante de mí, viste un negro ropaje impreciso y porta una vara de madera de cuya punta descarga un fuerte fogonazo de roja luz que me sobresalta. Entro en la realidad a tiempo de frenar bruscamente por cuanto el coche que iba delante estaba parando y sus rojas luces traseras brillan ante mis pupilas.
Me encuentro ahora sentado en la mesa de mi despacho, enciendo el PC mientras leo las noticias de la prensa que me entregó el portero. Al rato descubro en una de las esquinas de la mesa un paquete primorosamente envuelto con una tarjeta de visita. Es de mi editor, me felicita por la última novela que ha tenido una espléndida tirada…, por lo que se ve sigo soñando.

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