Publicado en El Faro de Ceuta
Me ha sorprendido la contundencia de la opinión de Abdelmalik Mohamed publicada en nuestro decano con fecha 20 de agosto sobre la plasmación plástica de personajes musulmanes y la negativa de los mismos a ser representados.
A lo largo de la historia, en contraposición con lo que afirma en su escrito, han existido innumerables personajes musulmanes representados en cuadros, frescos, estatuas y carteles que posteriormente fueron destruidos por la implantación de un fundamentalismo rotundo. Algunas obras siguen, hoy en día, existiendo pero escondidas al mundo musulmán.
Como todos, supongo, sabemos: El Abu Abdallah Muhammad el Ibn Muhammad Ibn el Abdallah Ibn Idris al-Qurtubi al-Hasani, también conocido por su nombre corto como Al-Sharif Al Idrisi Al Qurtubi, nació en Ceuta, en 1100 (algunas fuentes lo datan en 1099) y murió entre 1180-85 (algunos investigadores sitúan la fecha de fallecimiento en 1166) y era jerife (descendiente directo del profeta).
Fue el más grande geógrafo y cartógrafo de la edad media.
Estudió en Córdoba y fue un viajero incansable por el norte de África, Asia y Europa con lo que consiguió tener una merecida fama de geógrafo describiendo sus conocimientos en “El libro de Roger” cuando se estableció en la corte cristiana de Roger II El Grande, rey de Sicilia. Este establecimiento supuso para Al Idrisi el escarnio ante el mundo musulmán que lo consideró traidor y reprocharon haber alabado a un príncipe cristiano. Construyó un mapa-mundi de pura plata que pesó cerca de 400 kg. Compiló una gran enciclopedia geográfica que tituló “El wa-Nuzhat de Rawd-Unnas” (El placer de los hombres y el deleite de las almas).
No sólo se dedicó a la geografía sino también era botánico y contribuyó a la ciencia de las plantas medicinales con libros, sobre todo “Kitab al-Jami-li-Sifat Ashtat al-Nabatat”.
Que éste portento humano no disponga de una representación plástica o gráfica, mediante la cual sea reconocido por el mundo entero, me parece más obsceno que las supuestas prohibiciones de la religión musulmana.
Y hablando de esas supuestas prohibiciones pregunto: ¿El consenso de los musulmanes autorizan retratos de los imanes?... lo digo porque la profusión de retratos pintados, impresos, fotograbados, de importantes imanes (sobretodo iraníes) patrones del fundamentalismo musulmán, proliferan por doquier; lo que contradice, según expone en su escrito Abdelmalik Mohamed, lo citado por Ibn Abbas sobre la pregunta de un pintor de que no podrá ejercer su oficio por no poder representar animales animados: “Sí –le responde- pero puedes decapitar los animales para que no tengan el aspecto de vivos y procurar que se parezcan a las flores”… aparte de que trata a sus congéneres de animales (aunque la verdad es que nosotros somos animales, aunque humanos) encima los deben decapitar si quieren representarlos. ¿No te jode? ¿Por qué no decapitan a los imanes para retratarlos?
Al Idrisi tiene estatuas en otros lugares y… no solo eso, también dispone de retratos realizados en su época por otros artistas y conservados, junto a otros personajes del mundo musulmán, en archivos bien protegidos. La ira de los musulmanes contra todo aquello que odian está patentemente reflejada en las miles de imágenes que los medios de comunicación nos presentan cada día… y otra cosa: Las imágenes que representáis vosotros, los musulmanes, de vuestros imanes, cadís, líderes, políticos, etc. en los medios de comunicación ¿están libres de culpa? Según sus propias palabras, deberían estar representadas sin la cabeza…
Para terminar considero que la norma del Islam que reza: “Ningún creyente puede apropiarse de la voluntad de otro creyente…”, o bien Abdelmalik nos quiere tomar el pelo o es que ignora que esa es la primera norma que vuestros imanes, en todo caso vuestros líderes, pisotean sin pudor al apropiarse de la voluntad de miles y miles de seres humanos como son las mujeres… que, supongo, también son creyentes y de la voluntad de los llamados “hassassin” capaces de pasar a peor vida portando explosivos en sus cuerpos… con esto se reafirma el dicho de que por la boca (en este caso por la mano, o aleta, que escribe) muere el pez
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