domingo, 6 de agosto de 2006

LOS CEDROS DEL LÍBANO

Publicado "El Faro de Ceuta" 21/03/2007

Los cananeos, durante el transcurso del III Milenio antes de C., ocuparon una larga y estrecha costa de un territorio de Oriente Medio a orillas del Mediterráneo y comenzaron a cultivar la tierra cuando vinieron unos fenicios a los que siguieron otros fenicios y acabaron con los cananeos fundando unas ciudades-estado que llamaron Biblos, Beritos (actual Beirut), Sidón y Tiro.
Este pueblo, los fenicios, dominaron las artes del comercio por todo el contorno del Mediterráneo durante los inicios del I milenio hasta los siglos VII-I antes de C. en que comenzaron a dominar esa franja costera, uno tras otro Asiria, Egipto, Persia, Babilonia y Grecia hasta que durante los años 64-63 antes de C. y 636 ese territorio formó parte de la provincia romana, luego bizantina, de Siria. A partir de ese último año el territorio fue conquistado por los árabes durante cuya invasión la costa y la montaña sirvieron de refugio a comunidades cristianas, chiitas y drusas.

Desde 1099 hasta 1291 los latinos del reino de Jerusalén y del condado de Trípoli ocuparon la costa hasta su conquista por los mamelucos que fueron desalojados por los guerreros y piratas del imperio otomano para luego ser tratada por los emires drusos que intentaron unificar las montañas con un intento de autonomía hasta que en los años 1858-1860 ocurrieron disturbios que enfrentaron a los drusos y a los maronitas, éstos últimos en creciente apogeo demográfico y económico y en 1861 Francia obtuvo la creación de la provincia de Monte Líbano hasta que en 1943 se proclamó la independencia con un pacto nacional que instituyó un sistema político confesional que repartía el poder entre maronitas, suníes, chiitas, griegos ortodoxos, drusos y griegos católicos y así sigue la historia de un país hoy destruido por la sed de codicia y venganza inherente a la maldad de los seres humanos hasta que en 1992 sobrevino el caos económico destruyendo lo que entonces se denominó el Mónaco de Oriente Medio.



La actual coyuntura bélica unilateral de un país, (que nunca existió por cuanto lo que sí existió y existe es un antiquísimo credo concretado en una fe hacia un Mesías que nunca ha venido y siguen esperando) cuyo capital económico es enteramente norteamericano y por ello formado en su mayoría por judíos que asumen por sí mismos una diáspora inexistente en realidad, porque ninguno de ellos nacieron en un país que de siempre se llamó Palestina, no hace otra cosa que demostrar al mundo que el virus político que caracterizaron a los nazis sigue patente en la mente de los dirigentes de ese país artificial impuesto por los hombre cuando no por la historia. Usan las mismas armas –aunque muchísimo más modernas- que utilizaron los nazis para eliminar a sus ancestros y con el pretexto de acabar con los, por ellos taxados de terroristas, milicianos de Hizbulá arrasar la población civil libanesa sin tener la más mínima objeción de conciencia sobre las muertes de niños, niñas, mujeres, ancianos y ancianas lo que confirma la absurda configuración de su propia Ley (la Torá) de que su Dios castiga con rayos y truenos y con la que se sienten justificados.

Líbano disponía de bosques de cedros aromáticos con alturas de hasta 40 metros y ramas extendidas horizontalmente…, esos cedros los exportaban al continente americano –que los plantaron en sus tierras- donde aparte de muebles caros, los utilizaban y utilizan para hacer las cajas de los cigarros puros, ya no existen.

Las bombas acaban con cualquier brote, con cualquier vástago, con cualquier arbolito y con cualquier arbolazo. Las bombas no saben distinguir entre lo bueno y lo malo, arrasan por igual en un auténtico estallido de carácter comunista por lo que quienes las arrojan, y no hablo de los pilotos o de los artilleros, tampoco saben distinguir entre lo bueno y lo malo cuando quieren hacer desaparecer a un pueblo entero.

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