martes, 5 de septiembre de 2006

FOROFO PLUTONIANO

Ceuta, 05/09/2006
Publicado en El Faro de Ceuta

He sufrido, durante mi infancia y parte de la adolescencia, una persecución escolar subjetiva promovida por quienes fueron mis profesores de entonces, doña Felisa (la “mamma mía” más fea de aquellos tiempos), doña Margarita (con cuyo cuerpo soñábamos todos), don Manuel (el mejor matemático de Ceuta), don Francisco (el cura catalán de tanto humo como genio), don Antonio (el hindú más yoguista de todos los tiempos) y don Ángel (que tenía un carácter más de cabreo que de hebreo), siendo el colofón los exámenes bajo la tremenda supervisión del catedrático don José Fradejas Lebrero y eso que entonces no habían cámaras de videovigilancia.

Esa persecución subjetiva se traduce en el empeño, que tenían entonces los del magisterio y por encima de ellos las autoridades falangistas-franquistas, por meter en mi dura mollera, entre otros muchos temas, todo el compendio geográfico terrestre, celeste y religioso del nacional-catolicismo: desde el más minúsculo estanque hasta la más remota galaxia y desde el más humilde cordero hasta la más majestuosa parábola, y durante ese acoso a mi pobrecito cerebro, no paraban de inculcarme la composición de nuestro sistema solar y la letanía de los, antiguo y nuevo, testamentos con la obligación de recitar, parte de ellos, de corrido al término de la lección del día.



Si Galileo Galilei resucitara y viera en qué ha quedado su hipótesis de los nueve planetas… después de sufrir lo indecible ante aquél siniestro y macabro tribunal eclesiástico empeñado en que la Tierra era el centro del Universo y el Sol no era más que una bombilla (aunque en aquellos tiempos, obviamente, no tenían ni puta, con perdón, idea de la electricidad) que giraba alrededor de aquella… y yo mismo, después de sufrir algún que otro pellizco, coscorrón en la cabeza y múltiples palizas en la palma de la mano propinadas por aquellas varas que los profesores llamaban reglas y con las que castigaba la poca dedicación al estudio…, ¿para que me sirvió todo eso?

Ahora vienen unos científicos, que no tienen que dar cuenta de sus actos ante ningún tribunal (ni eclesiástico ni demoniástico) y dan como inexistente al tímido, lejano, escurridizo y siempre presente Plutón. Lo convierten en un planeta putón, o sea más pequeñajo (y por tanto más despreciable) que un grano de arroz y lo descienden de categoría como la FIFA ha descendido al Juventus ese italiano. A golpes de disquisiciones matemático-científicas.

Para mí, Plutón será siempre el noveno planeta de nuestro Sistema Solar y perentoriamente lo seguirá siendo. Para que lo hagan desaparecer de mi cerebro, tendrán que pasar por encima de mi cadáver… sigue girando alrededor del Sol ¿o no?

Sin embargo, estos cambios que hacen en la composición de nuestro Universo, y otras cosas que no caben aquí, me hacen meditar en la verdadera sal de nuestros formadores y de ahí me hacen saltar al tema religioso con los cambios habidos en la formación espiritual de las personas… esto es, porque al comentar algunos aspectos de la religión católica (única que cambia, para variar, su liturgia cuando le conviene) con familiares y amigos, me veo en la tesitura de aceptar esos cambios o emperrarme en los que me forzaron a creer a base de palos.

Pase que las normas religiosas para celebrar el bautismo, la comunión, el matrimonio o la extremaunción hayan cambiado tanto, pase que las mujeres puedan entrar en las iglesias sin ese velo (que tiene más afinidad con el islamismo que ningún otro atributo) que le daban ese aspecto tan tenebroso de fantasmas vivientes, pase que cambien el Padrenuestro para amoldarlo a nuestro tiempo actual…, pero que quiten el limbo ya son ganas de joder ¿o no?

Después de estar inculcando a mis hijos, a los hijos de mis hijos (a los hijos de los hijos de mis hijos no creo que llegue a verlos) que los niños que mueren sin haber recibido la comunión van al limbo… ahora uno de los hijos de mis hijos propaga entre los otros hijos de mis hijos que el abuelo es un embustero. Así me deja la iglesia católica con sus cambios: en pleno limbo de la idiotez. No se cómo convencerlo de que no tengo la culpa, ni de que en aquellos tiempos era más que obligatorio estudiar religión, una religión inspirada en el miedo, en el terror, en el sufrimiento…, si se los explico ahora; dirán que estoy demasiado “chocho” y que soy candidato al Alzheimer como menos. Pese a todo, sigo siendo forofo de Plutón y que pase lo que pase.

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