lunes, 4 de septiembre de 2006

CAROD-ROVIRA

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Publicado en El Pueblo de Ceuta (09/04/2008)

Los políticos tienen una manera muy especial de exponer unas comparaciones (como siempre: las comparaciones son odiosas) que afectan a unos y a otros de manera distinta. Me refiero a los comentarios o discurso del político republicano Carod-Rovira, en relación con Ceuta y Melilla, durante su campaña por el Estatut de Cataluña.
En ésta ocasión Carod-Rovira puede o no haberse saltado a la torera las reglas de la democracia según su típica forma de ver las cosas a través del color de su propio prisma. En parte tiene razón cuando habla como independentista, o nacionalista como quieran, votado por un conjunto de personas que usan su libertad de elección y por ello elegido diputado del Parlament Català con todos los derechos y deberes que tal cargo obliga. La culpa no es suya, la culpa la tenemos todos los españoles al conceder la participación de un partido republicano independentista en el conjunto político de una monarquía constitucional, inmensa contradicción pero que entra de lleno en la realidad de un país auténticamente democrático.



Por tanto, al tener su fe política apiñada en su intento de volver a disponer de un país independiente de España, no se para en mientes al hacer comparaciones que, pese a todo, todo el mundo las conoce. Lo de Ceuta y Melilla, a estas alturas del siglo XXI, es sobradamente conocida por todos los que, de alguna manera, están inmersos en la cuestión política de todos los días y no ignoran que ambas ciudades se mantienen a base de ayudas, nombrémoslas como queramos, del Gobierno central principalmente. Por ello, como casi son las únicas ciudades con Estatuto de autonomía, si bien como ciudades que no como Comunidades, el bueno, ¿malo?, de Carod-Rovira sólo expresa lo que es la pura realidad ya que no tiene a mano otra Comunidad que viva al 100 % de subvenciones y ayudas y que tengan las reducidas dimensiones de las dos ciudades norteafricanas.
Sin embargo, sólo usa el juego político de expresar su pensamiento en público y si aún así consigue tener votos, nada da motivos de escándalo por ello ya que estamos en una democracia y todo el mundo puede expresar su fe política del modo individual de cómo sabe, quiere y puede expresarlo, todo lo contrario de una dictadura o de un nacionalismo totalitario en que no se permite expresar la opinión política (ni otras opiniones que no tienen nada de política) contrarias al ideal del totalitarismo.
Aquellos que se escandalizan por unas simples palabras expresadas por un político cuya raíz ideológica difiere bastante del pensamiento único, o bien tienen cerrada la síntesis de comprensión o bien tienen un mal perder. Las palabras expresadas por un político, sean escritas u orales, son eso: palabras. No son dogmas de fe ni imponen a nadie que las obedezcan al pie de la letra, todo lo contrario de determinado partido del que todo sabemos como funciona. Si algunos quedan convencidos de lo que dice el político ya es de su libre elección el acudir o no a votar según su convicción. Eso no se puede impedir de ninguna manera si nos atenemos a un Estado de Derecho plenamente democrático. Lo que sí sería el colmo del totalitarismo es que nos amenazaran con diversos “castigos” si no secundamos su ideología y ese no es el caso de Carod-Rovira.
Que diga si queremos que Cataluña se sienta al lado de Ceuta y Melilla o bien al lado de Euzkadi y Navarra no quiere decir otra cosa que no acepta vivir de las migajas gubernativas, no ya en comparación de tal o cual comunidad, si no en comparación de una región de más de seis millones de habitantes con una ciudad de poco más de 70.000. Eso es una forma muy suya de expresar su sentir político, su manera de llevar a cabo una simbiosis propagandística con el objetivo de conseguir más votos a favor de su tesis que no en sentido peyorativo de ofender a dos ciudades. Entonces ¿de que os escandalizáis?
Miles y miles de opiniones en sentido contrario se han escrito, expuesto, hablado en todos los medios de comunicación, opiniones bastantes ofensivas para las personas que viven en Cataluña; personas que no tienen el mismo sentir que otras; personas de otras regiones que residen, comen, duermen, en fin viven en tierras catalanas y sin embargo no nos hemos sentidos ofendidos porque comprendemos que dichas opiniones están formuladas dentro del círculo vicioso de la ignorancia suprema o del cerramiento mental a otras cuestiones ajenas a las que hierve en las cabezas de esos opinantes o comentaristas. Eso está asumido, como también está asumido que los españoles tienen afición a unos deportes que no tienen nada que ver con el deporte en sí.
Si Carod-Rovira se pasó, tiempo atrás, con algún desafortunado comentario sobre Ceuta y Melilla, estoy muy seguro que en su momento recibió el correspondiente varapalo. Pero de ahí a ensañarse con un tema ya pasado en el tiempo y en el espacio y mezclarlo con un tema distinto y reciente ya es el colmo del desbarajuste ético en el que se muestra, muy a las claras, la dificultad que tiene cierto sector de la política española, ya saben a cual me refiero, de conceder el perdón enmarcados como están en el lema “ni olvidamos ni perdonamos”.
Por mi parte, personalmente, tomo las comparaciones y/o comentarios de Carod-Rovira como la travesura de un chiquillo travieso al que no hay que hacerle más caso que el que corresponde para que no se caiga del andén y comience a rodar por la pendiente de la violencia. Y por cierto, hasta la fecha no le he sentido decir ninguna obscenidad. Esta es mi opinión personal que no obligo a compartir a nadie pero que la suelto por si se tranquilizan un poco los inquietos defensores de ciertos valores que no hay que defenderlos para nada si no es contra el “enemigo de fuera”. Ya sabéis a qué me refiero.

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