sábado, 23 de enero de 2010

BEATIFICACIÓN DE JOSEP SAMSÓ


Sábado de gloria, como suelen demonizarse algún que otro sábado en momentos culminantes del rito religioso católico, con un tiempo bonancible y mucha gente corriendo presurosa en la misma dirección.
He aceptado la invitación de uno de los tertulianos del Casinet para acudir a un acto religioso como observador.
Por primera vez la ciudad donde resido actualmente, Mataró, será testigo de la primera beatificación que se hace fuera del Estado del Vaticano.
Por primera vez desde que estoy en Catalunya piso la planta de la basílica de Santa María y por primera vez soy testigo “privilegiado” de una ceremonia de beatificación que me ha dejado petrificado.
Las naves de la basílica se encuentra atestada de gente. La atmósfera del templo se halla saturada del olor a incienso que algunos sacerdotes se encargan de expandir con esas especies de cazoletas pendulares. No sólo a incienso sino que cientos de perfumes flotan por el espacio del ente religioso en dura pugna con el humo de las hierbas “inciensarias”. Se diría que casi todos los feligreses, unos 3.000, han gastado enteramente sus frascos de colonia.
Tantos feligreses como sacerdotes.
Diríase que todo el ejército del Estado de la Ciudad de Vaticano ha desembarcado en la capital del Maresme. Arzobispos, obispos, sacerdotes, seminaristas y… todos ellos perfectamente uniformados con blancas sotanas cubiertas con estolas rojiblancas y en perfecta formación militar.
Encabeza tal ejército el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, acompañado por el Prefecto de la Congregación de la Causa por los Santos, el arzobispo italiano Angelo Amato, representante del papa Benedicto XVI. Les siguen arzobispos y obispos españoles, franceses…
Se beatifica a un sacerdote mataronense, Josep Samsó i Elias (Castellbisbal, 1887 – Mataró, 1936) que fue fusilado en septiembre, al inicio de la Guerra Civil.
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