martes, 27 de enero de 2009

EL SEÑOR DE LOS VIENTOS

Eolo, Señor de los Vientos, abandonó este fin de semana su residencia en la isla flotante de Eolia, donde quedaron sus seis hijos y sus seis hijas al cuidado de su anciana madre, Deyopea, que los parió.
Eolo, Señor de los Vientos, ha decidido aprovecharse del poder que le confirió Zeus para controlar los vientos que tenía encadenados en su antro de Eolias que gobierna con absoluto dominio.
Eolo, Señor de los Vientos, como responsable del control de las tempestades ha hecho causa común con el Dios de los cristianos y, por extensión, de los judíos desplazándose hasta la península ibérica y liberando a algunos de sus prisioneros para que recorrieran desbocados distintas zonas de la piel de toro.
Eolo, encolerizado por recomendación de Jehová, ha indicado a sus vientos servidores que soplaran con fuerza sobre Barcelona, en respuesta a la soberbia de los miserables seres humanos que han osado negar la existencia del Sumo Hacedor mediante carteles publicitarios en autobuses.
Como siempre pasa en estos casos, cuatro niños inocentes pagaron con sus vidas la cólera de Dios sin que hubieran sido utilizados como escudos humanos ante la furia del vendaval desbocado.
Así es, más o menos, como se escribía la Biblia en tiempos remotos. Y como la escribo yo.



Bueno, éste fin de semana ha sido caótico. Empezó el viernes, cuando se me ocurrió usar la moto para acudir a mi cita con el Colegio de Periodistas de Catalunya. El viento, que comenzaba a soplar con fuerza, me transformaba en una especie de Messi motorizado. La de fintas, quiebros, dribles, arranques veloces que tuve que dar para sortear al esclavo de Eolo no tiene parangón a lo largo de mi vida. Llegué a mi cita más blanco que el papel que utilizo normalmente.
Al regreso parece que hubo una tregua, aparte de que el viento soplaba detrás, y pude llegar sano y salvo a mi casa.
El sábado acudí por la mañana a la Casa de Ceuta, esta vez en coche, para las reuniones que acostumbramos a realizar en la que tratamos de diversos asuntos, el mío es la prensa, y almorzar de manera exquisita y abundante.
Daba la casualidad que tenía que celebrar el cumpleaños de mi única nieta, el resto son nietos y muchos, y precisamente casi enfrente al local social de la Casa. Al salir de ésta última en compañía de Rafa Corral, el presidente, y de Julio Carmona, el secretario, pudimos ver los cuantiosos daños que el Señor de los Vientos provocó en la ciudad, sobre todo en los árboles, arrancándolos de cuajo como simples hierbas y arrojándolos a bastante distancia.
Cientos de motos danzando como peonzas tumbadas, miles de ramas bailando al son que le tocaba Bóreas, el dios de los vientos del norte, mientras su hermano Noto se reservaba sus fuerzas para el verano.
Ciudadanos que salían de sus casas para fotografiar el desastre desatado, hasta con sus móviles lo hacían, y con comentarios para todos los gustos en los que predominaba el “nunca lo había visto”, todo esto como colofón de una tremenda desgracia que mató a cuatro niños inocentes deportistas de béisbol. Una docena de chavales, del Club de Béisbol Santboià, de entre 9 y 11 años recibieron, junto con otros seis más, de lleno sobre sus cabecitas el impacto de la techumbre del pabellón deportivo. Aparte de estos niños también murieron en Catalunya otras tres personas.
Sant Boi, antes San Baudilio de Llobregat, es la población catalana meta de los primeros ceutíes que emigraron a Catalunya. Población en la que siguen teniendo su residencia cientos de ceutíes y sus familias creadas a lo largo de la existencia de cada uno de ellos y que ahora miran consternados el desastre que Eolo ha provocado.
Yoel, Xavi, Mario y Enric, los niños asesinados por los vientos, han centrado todas las miradas y gran parte de las lágrimas de los ciudadanos, que ven impotentes como Bóreas destroza vidas de manera gratuita.
Árboles centenarios arrancados, uralitas de tejados, toldos, palmeras, macetas, semáforos, vallas publicitarias (menos la que niega la existencia de Dios), etc. Acabaron en las calzadas destruyendo personas, coches y motos… y encima la grúa se llevó mi coche.

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