jueves, 8 de enero de 2009

SENTIRSE OFENDIDO

Ha pasado el tiempo en que los deseos navideños han pasado al baúl, en espera de ser utilizados de nuevo la próxima Navidad.
De los cientos de comunicados recibidos, entre correos electrónicos y normales, casi todos se caracterizan por la tradición que conllevan en sus diseños y contenido en general. Algunos más modernos que otros, eso sí, con intentos de ser hiperrealistas y de todos ellos destaco uno, en formato “pps” que un amable lector y nuevo amigo ha enviado: la “viejita” Mafalda, del buen dibujante de cómic argentino, tocayo mío en castellano, da un toque de atención a la actualidad con su peculiar monólogo.
Al definir como viejita a la niña de papel argentina Mafalda me refiero a los años que lleva publicándose, no ya a la edad que aparenta en los cómics ¿comprendido?
Bien, ahora me dirijo a algunos lectores que responden a mis artículos de los tres diarios que me los publican (El Pueblo de Ceuta, Sur y Qué Barcelona), con sus comentarios realizados con todas las intenciones posibles.
Todos y cada uno de ellos y ellas deben comprender que no estoy por la labor de ir respondiendo a cada comentario que hagan, sea con buenas o malas intenciones, dado que lo que yo hago, normalmente, es plasmar mi opinión personal –lo he repetido infinidad de veces- sin hipocresías ni tapujos inútiles para aparentar una educación que a nadie, por cierto, le debería importar.
Si algunos de los lectores se sienten ofendidos, culpa suya es y de nadie más. Darse por aludido es lo peor que puede hacer cualquiera en público porque al fin y al cabo esa es una de mis intenciones al escribir los artículos… que se muestren tal como son.
Muchos de esos lectores anónimos o que se escudan en Nicks genéricos (tal vez ignoren que son fácilmente identificables a través de los IP de sus ordenadores, cuando son por correo electrónico cuando envían sus comentarios) deben saber ya que nunca me ofenden con sus comentarios cuando estos contienen “veneno” sin motivo personal alguno. No me preocupan en absoluto.
Para decir que uno es soez debe ser tan bajo y vil como ese mismo adjetivo lo indica en todas sus acepciones y quién lo es de verdad, resulta ser el único que suele mencionar ese mismo adjetivo contra los demás al no poder encontrar palabras adecuadas en sus intentos de dar respuestas que rebatan alguna que otra de mis opiniones.
Esta es la última elucubración que pongo en mi ventana sobre los comentarios que ni siquiera merecen respuestas adecuadas. Pueden seguir escribiendo palabras con intenciones de ofender personalmente… nunca lograrán hacerlo. Quedan enterados, que no avisados.
Por otra parte, agradezco a los lectores y lectoras que comentan mis opiniones de manera adecuada y dentro del contexto correcto, que son la inmensa mayoría, dándoles ánimo para que sigan comentando los artículos. Con ello enriquece la noticia en sí misma, tanto con comentarios en contra como a favor. Estamos en un país en que la opinión de cada cual está democráticamente respaldada por la propia Constitución.
Para aclarar las cabezas llenas de serrín de esos que tratan de ofender sin conseguirlo. Les diré que el adjetivo soez nunca puede ser aplicado a quién dice o escribe “cojones”, “coño”, etc., sino a aquellos que utilizan una situación real para aprovecharse mezquinamente y que son por lo general bajos, groseros, indignos y viles. Adjetivos que se agrupan en soez. Como ejemplo de mi aseveración sobre la palabra soez bastaría citar a Camilo José Cela, nuestro Nobel por excelencia, y ello funde todas las esperanzas de quién trata de ofender gratuitamente.
Los que se basan en la hipocresía son inmediatamente retratados y, por supuesto, el miedo que ordena mantener silencio ya no existe en estos territorios autónomos agrupados en un país. Esa clase de gente porta siempre consigo un vistoso plumero, y siempre se ponen a ciscarse de miedo ante contrariedades no esperadas.
En fin, entramos en un año en el que la esperanza, en general, parece escondida y habrá que cazarla.

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