domingo, 12 de septiembre de 2010

COSAS QUE PASAN

Publicado en:
El Pueblo de Ceuta

Resido en un barrio burgués, de una gran ciudad, que se denomina Peramás, donde los catalanes configuran su mayoría.
Más al Suroeste hay un barrio con una mezcla cultural de andaluces, extremeños, gallegos y gitanos… pero ningún ceutí, al menos que yo sepa. Este barrio se llama Plà d’en Boet. Es el barrio obrero por excelencia. Casi todas las empresas e industrias están en él.
Al Noroeste tenemos Cerdanyola, barrio en el que la mezcla de razas es más común
Al Norte, mucho más arriba existe otro barrio que se llama Cirera, donde residen inmigrantes del África no negra como mayoría.
Al Este está Rocafonda, el barrio más densamente poblado. Una inmensa mayoría de inmigrantes copan poco a poco todas las casas y comercios de éste barrio. Muchos más musulmanes que negros.
El barrio de Centro hace honor a su nombre, es el barrio que contiene la ciudad vieja.
He iniciado este artículo citando barrios porque quiero expresar un malestar creciente en uno de ellos: Plà d’en Boet.
Este barrio tiene una parroquia, Virgen de Montserrat, que está en el candelero por culpa de una polémica sin cuento. Esta parroquia ha cedido un espacio bastante amplio para la instalación de un Centro de Acogida para Niños y Niñas, procedentes de familias desestructuradas, que han venido residiendo en un Centro Residencial de Acción Educativa, Mas Sant Jordi, que se está quedando pequeño.
Unos cuantos vecinos, alarmados por informaciones infundadas, han levantado la polémica sobre el traslado de los menores y se oponen tenazmente al mismo.
Los niños y niñas están confundidos y extrañados de que los confundan con delincuentes, que no lo son, y declaran: “Los niños y niñas de Mas Sant Jordi solo queremos un sitio donde residir…”, ya que no pueden estar en sus casas familiares, quieren que les dejen vivir en un lugar normal.
Lamentable posición de unos vecinos que se consideran agraviados por la proximidad del futuro Centro sin pensar en que ellos, en su momento, fueron acogidos con los brazos abiertos cuando emigraron de sus pueblos.
Es posible que el miedo de esos vecinos esté fomentado sobre la base de que en su barrio residen numerosas familias de etnia gitana. Miedo infundado.
La actitud de esos vecinos de Plà d’en Boet tiene las trazas de incitación al odio y la negación de la convivencia más elemental.
Con esta polémica encima, participo en la Diada de Catalunya invitado por el Ayuntamiento.
No escribo sobre las incidencias de esta Diada celebrada en la capital, Barcelona, con sus reivindicaciones habituales, esta vez incrementadas por las desavenencias y reproches entre los partidos políticos, sino en la de mi ciudad de residencia.
Ante el monumento a Rafael Casanova, una simple roca con una placa, van desfilando todo tipo de gente, musulmanes incluidos (de raza negra), que depositan sus coronas y ramos de flores para, a continuación, soltar su correspondiente discurso.
No entro en detalles, tal vez porque pienso que a los lectores no les interesarán, pero algunos momentos han resultado emotivos y otros bastantes fríos y desangelados.
Esta Diada se ha convertido en un estrado de disensiones.
Aunque es interesante, y a veces necesario por la proximidad, participar en los actos de la Diada de Catalunya, no se puede comparar esta con el Día de Ceuta.
Son conceptos totalmente diferentes.
La Diada de Catalunya es pluralmente participativa y el Día de Ceuta es un acto simplemente institucional en la que los ciudadanos solo pueden observar pero no tocar.
Sin intención de ofender.
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