domingo, 20 de septiembre de 2009

COSAS QUE PUEDEN DAR RISA O NO

Uno, en su cotidiano andar por las calles de las ciudades es testigo de mil y un hechos que no interesa, en realidad, a los medios de información. Hechos banales pero que contienen todo un mundo de acción imprevisible.
Una de las cosas que siempre me han fascinado, por la estética que por otra cosa, es ver a los cientos de mendigos, que pululan por todas las calles de todas las ciudades del mundo, viviendo su vida de una manera tan miserable.
Muchas veces, menos de las que quisiera, les he ofrecido dinero, comida, tabaco, etc. A cualquier mendigo que me encuentro por la calle ocasionalmente y dispongo, en ese momento, de sobras con las que ofrecérsela. A fin de cuentas uno no es rico como para acoger a todos los mendigos sueltos y mantenerlos.



En realidad, la mayoría los mendigos son gente inofensiva, que no se mete con nadie si no lo molestan y vagan por ahí desconociendo a todo el mundo. En mi ciudad, “tengo” un mendigo fijo, que siempre anda por la Gran Vía con la camiseta subida en la cabeza, sin afeitar y con las uñas más negras que el diablo, si es que éste las tiene negras. Suelo ofrecerle tres o cuatro cigarrillos, alguna vez le ofrecí comida y la tiró despechado al suelo. Desde entonces no le ofrezco más que cigarrillos.
Hubo un momento, mientras tomaba el té moruno al que soy muy aficionado, en que se acercó con la mano extendida… tan extendida que metió los dedos adornados con negrísimas uñas en el vaso del té. Cabreado, más o menos, le echo una bronca que lo asusta y se larga murmurando entre los pocos dientes que tiene. Luego me río del lance ¿qué podía hacer?
Ahora bien, me extraña muchísimo la noticia de que un mendigo afronta un año y medio de cárcel por robar una barra de pan de esas de a cuarto y cuyo precio real no suele subir los 30 céntimos de euro.
Según las declaraciones de la dependienta de la Panadería “El Pan” de Badalona, un mendigo entró en el establecimiento y agarró una barra de pan, al darse cuenta ella de que se la quitaba, agarró la otra punta del mismo y forcejeó tanto con el mendigo que, según ella, le agarró por el cuello y siguió tirando del pan hasta que éste se partió por la mitad y se lo llevó corriendo.
Vamos a ver, si no se trata de un pan más duro que la mollera de quién acusa de este robo, es totalmente imposible que el pan NO SE PARTIERA INMEDIATAMENTE si dos fuerzas opuestas tiran de él, aunque una de esas dos fuerzas sea más débil que la otra (imagino que la débil será la del mendigo, porque estaría muerto de hambre).
Lo de agarrar el cuello de la dependienta porque no conseguía quitarle el pan me parece una trola que no se la salta nadie. Así se constituyen las acusaciones.
¿Qué podía importarle a la dependienta de la panadería un panecillo que no hundiría el negocio? ¿Porqué asegura que la agarró por el cuello? ¡Válgame quien sea! ¿Por un panecillo?
Lo raro es que después, al llamar a los mossos d’esquadra, declarara que la agarró por las solapas… ¿cuello o solapas?
Lo risible de todo esto es que la dependienta no acudiera a juicio, pese a ser citada insistentemente, y la fiscal basó su acusación en la declaración, como testigos, de tres mossos d’esquadra, que ni siquiera estaban presentes cuando ocurrieron los hechos, que relataron lo que la dependienta les había comunicado.
Así se escribe la mayoría de las acusaciones que esta Justicia, ciega y sorda, se vale para condenar a quienes no pueden defenderse porque bastante tienen con defenderse viviendo cada día en un mundo tan hostil para ellos. Una mentira de cualquiera sirve para hundir la vida de uno que ya está bastante hundido. Además lo juzgan en rebeldía porque no tienen sus señas de residencia, ¿creen que los mendigos viven en domicilio fijo?... entonces son serían mendigos.
Para los pobres que no tienen atractivo mediático vale lo de juzgarlo en rebeldía, todo lo contrario de aquellos que sí tiene tirón mediático, caso de Juana Chaos, que insisten en citarlos aunque vivan en el Polo Norte y no lo juzgan en rebeldía. ¡¡Qué país!!

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