lunes, 21 de septiembre de 2009

TRISTE INMIGRACIÓN

Recorro los pasillos de las estaciones del Metro barcelonés como si fuera de cacería por la selva africana, ingredientes no faltan, en los últimos coletazos de mis jornadas laborales.
En la selva, digo en un pasillo que lleva a la plaza de España, un africano negro, ignoro qué religión tendrá aunque no viene al caso ha pasado corriendo por mi lado y perderse al fondo, a la vuelta de una entrada del subterráneo. Nadie lo persigue.
Salgo a la superficie, la selva urbana está cada vez peor. Los animales mecánicos, que conocemos como vehículos motorizados, no dejan de echar humo como dragones reumáticos y agotados y los animales de dos patas, incluso yo, andamos a vivo paso para ganar al sprint el cruce peatonal antes de que se ponga en rojo los nuevos semáforos.
Por doquier miles de inmigrantes patean las calles en todas direcciones con la cabeza gacha y el pensamiento, supongo, ocupado en resolver “gachumbos” y encontrar la manera para llevarse algo a la boca.
Entretanto, la policía no da abasto en cazar a otros animales de dos patas, estos de color más oscuro que el resto. La operación que han desplegado las fuerzas de seguridad parece cosa seria, aunque no entiendo porqué ahora, precisamente ahora, emplean esas maniobras para detener inmigrantes sin ton ni son.
Aseguran que sólo detienen a inmigrantes vinculados con la delincuencia… pero creo que no es eso ciertamente porque a los que veo detener no creo que sean delincuentes. No hacen nada.



Una mujer, que por las trazas parece peruana o como mucho colombiana, está dando alaridos de espanto por no se que cosa. Se ve que sigo en la selva.
Vuelvo a entrar en la estación de Metro, he de seguir mi tarea laboral un rato más y me encuentro con que un viejo está diciendo que ha visto una rata del tamaño de un gato adulto. Puede ser cierto, ya escribo que estoy en plena selva, yo mismo he visto a muchos de esos asquerosos bichos correteando por andenes, pasillos y túneles; además de hacer equilibrios sobre la catenaria. No me extraña nada, pero se ve que el pobre viejo no es de aquí, más bien parece un inmigrante ruso o búlgaro que anda perdido entre el marasmo de los pasillos sin fin y las enormes estaciones.
Hace un rato que vengo observando a una mujer joven, casi una niña, vestida con esas ropas que no se estilan por estas tierras, ropas de gitana aunque la impresión es que no parece gitana ni de lejos. Anda pidiendo dinero a todo el que pasa por su lado de una manera lastimosa. Me alejo, no quiero líos y además no soy del equipo de seguridad.
Ya dentro de mi tema favorito, veo que los señores afiliados al PP y que disfrutan de cargos públicos no entienden ni papa de política internacional.
¿A quién se le ocurre ir como observador de una votación a un país extranjero y meterse a criticar la actuación de los políticos de ese país que visita?, me estoy refiriendo a Venezuela de donde ha tenido que salir, cogido por el cogote y la parte cular del pantalón, un eurodiputado pepero.
Siento verdadera vergüenza ajena sobre este hecho, más aún que tiene la caradura de acusar al PSOE de ser cómplice en un proceso hacía una dictadura que a él no le afecta en absoluto, a menos que su mujer esté residiendo en Venezuela y sea venezolana. Aunque eso no le daría ningún derecho sobre injerencia.
Poco seso se tiene para explotar contra los socialistas, por temas internos de un país extranjero, cuando debe saber a ciencia cierta que los observadores internacionales no tienen ningún derecho a intervenir durante un proceso electoral en ningún país.
Bueno, si Vds. dan por buena la actuación de ese eurodiputado… entonces yo tengo derecho a intervenir durante los congresos del PP, aunque no esté afiliado. El eurodiputado sienta un ejemplo.

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